En contra de la creencia popular, la espirulina no es un alga. Es una bacteria. En concreto, es una cianobacteria, es decir, una bacteria capaz de realizar la fotosíntesis. Pero es difícil luchar contra la costumbre: durante décadas se la ha incluido dentro de las llamadas ‘algas verdiazules’, e incluso algunas organizaciones oficiales, como la OMS o la Unesco, se refieren a ella de este modo. Para crecer necesitan pequeños charcos, entornos salinos y suelos alcalinos, características que dificultan el cultivo y crecimiento de cualquier vegetal. Esto propicia que en zonas del planeta donde se cumplen estas características se críe esta bacteria para satisfacer las necesidades alimenticias de la población. Es el caso del lago Kossorom en Chad, en el que se adoptó este cultivo a principios de los años sesenta. Además de su resistencia a las malas condiciones del medio, otra ventaja de la espirulina es que es muy barata de producir (mucho más que un cereal), ya que una hectárea de cultivo genera una mayor cantidad de proteínas que la misma área dedicada a la ganadería bovina.
Entre los atractivos de la espirulina no solo se encuentra el tener proporcionalmente cuatro veces más proteína que el huevo, sino que también posee una gran cantidad de micronutrientes, como las vitaminas B1 y B2, con las que cubre (de sobra) las necesidades diarias recomendadas. Lo mismo pasa con el hierro. Además, es una buena fuente de manganeso y vitaminas B3 y B5.
Ya en la Conferencia Mundial de la Alimentación de Naciones Unidas del año 1974 se definía la espirulina como uno de los mejores alimentos para el futuro de la humanidad.
Lo curioso es que la primera referencia a este producto en España apareció en los quioscos en 1969, en la revista ‘El Correo de la Unesco‘. En ella se hablaba del descubrimiento de que ciertos pueblos del Chad “consumían un alga azul, la espirulina” y que lo hacían por su enorme aporte de proteínas, “tres veces superior a la carne de buey”.
La OMS emitió un comunicado en 1993 sobre la revolución que podía suponer para determinadas zonas del planeta con suelos infértiles y graves problemas de desnutrición: «Para la OMS, la espirulina es interesante por una variedad de razones, como ser rica en hierro y proteínas. Además, se puede administrar sin riesgo a niños. Nosotros en la OMS la consideramos una comida muy adecuada».