Según Begoña Cerdá, profesora del departamento de Farmacia y Biotecnología de la Universidad Europea de Madrid, podría contribuir a prevenir o controlar la hipercolesterolemia, algunas patologías inflamatorias, infecciones virales, la exposición a determinados tóxicos ambientales, y patologías cardiovasculares y metabólicas, entre otros problemas.
Por su contenido en macro y micronutrientes, la ingesta de spirulina en forma de complemento alimenticio se suele recomendar en estados de astenia y de anemia. Además, su consumo también es aconsejable cuando se desea perder peso, ya que contiene fenilalanina y fibra, que reducen el apetito.
Sin embargo, los nutricionistas advierten de que antes de tomar estos suplementos, se debe consultar a un experto porque existen algunas contraindicaciones para su consumo, por ejemplo en el caso de las personas con hipertiroidismo o enfermedades autoinumnes, así como en aquellas que sufran gota o fenilcetonuria.
Durante los últimos años, diversos estudios han sugerido que la espirulina no solo tendría efectos beneficiosos a nivel del sistema nervioso, sino que podría funcionar como un neuroprotector al atenuar el estrés oxidativo y gracias a sus propiedades antioxidantes.
Según recuerdan los autores de la presente revisión, durante el envejecimiento y la neurodegeneración disminuyen los mecanismos de defensa antioxidantes y antiinflamatorios naturales, haciendo al cerebro más susceptible a los perjuicios del estrés oxidativo. De hecho, la mayoría de los trastornos neurales como el Alzhéimer o el Párkinson, junto a otras lesiones inflamatorias, se han relacionado con la edad y/o este aumento de la oxidación.
Algunos trabajos habrían sugerido que las dietas enriquecidas con espirulina aumentarían los niveles de glutatión y reducirían los niveles de malondialdehído, además de reducir las citoninas proinflamatorias y mejorar el aprendizaje en roedores. También se ha objetivado que en situaciones que generan radicales libres o ROS, como es el caso de un accidente cerebrovascular o ictus, la espirulina tendría efectos neuroprotectores.
Por su parte, se sabe que las enfermedades neurodegenerativas, como es el caso del Alzhéimer, el Párkinson o la Esclerosis Múltiple, se caracterizan por una serie de eventos donde se produce un pliegue de proteínas de forma erronea. Existe, a su vez, evidencia considerable que relacionaría la inflamación y el estrés oxidativo con la aparición y progresión de estas enfermedades. A su vez, otros trabajos habrían sugerido efectos beneficios del consumo de espirulina en estas situaciones patológicas.
Es cierto, como comentan los autores de la revisión, que las investigaciones de las últimas décadas se han centrado en el desarrollo de nuevos fármacos como productos bioactivos naturales capaces de contrarrestar el desequilibrio con los radicales libres. Sin embargo, sugieren que el uso y consumo de espirulina sería una alternativa viable.
Así, se trataría de una fuente de sustancias antioxidantes y antiinflamatorias que no solo apoyaría el correcto desarrollo cerebral y las funciones fisiológicas naturales, compensando posibles déficits nutricionales, sino que también potenciaría la respuesta inmune al reducir los componentes proinflamatorios y los radicales libres o ROS.
Aún con toda la evidencia disponible sobre los efectos positivos de la espirulina sobre las células cerebrales, como las células gliales por ejemplo, y aún conociendo los mecanismos de acción a nivel celular mediante los cuales actúa la espirulina, los investigadores son cautos y creen necesario seguir realizando más estudios adicionales que clarifiquen totalmente el modo de actuar de esta cyanobacteria y cómo lleva a cabo sus funciones neuroprotectoras.